Oct 9, 2006

Paciente espera


Luego de tantas horas de espera, de tantas penas en espera, de pensamientos en espera, se oyen voces agrietadas al final de un pasadizo marrón, confuso, yermo. A lo lejos de los oídos se pulverizan golpes de herramientas, por otro lado se escuchan ciertos sonidos que se pueden interpretar como fruiciones y al mismo tiempo como despedidas impregnadas de una acre alegría: se le hace difícil ser un sonido auténtico. El sol es fuerte aunque las nubes son más cercanas a nuestra realidad y nos brindan en su gran combinación un escalofrío perenne que por mucho tiempo, menos hoy, fue la compañía más repugnante. Recién puede darse cuenta que el calor del sol no depende de él mismo sino de las cosas que tratan de ocultarlo alejándolo de su propósito natural. Cae una gota de agua que me detiene el paso y me hace volver a mirar al cielo que he maldecido vanamente, piensa. Cuando se camina apenas si se puede apreciar la sombra que se embebe en el suelo de nuestra vida, apenas si damos un paso y no vemos las paredes que nos acogen y que pueden ser tan grandes o tan pequeñas, que somos incapaces de percibirlas.He caminado hace unos cuantos segundos. Los pasos que he dado han sido percibidos quienes me observan y sienten que el pesar de los recuerdos me tuvo entretenido y me alejó del dolor que causa una bofetada de hombre o una punzada de uno más hombre todavía.Uno cree que al iniciar un camino que sabe será largo, no tendrá final y que si existe, éste no está en las posibilidades de poder apreciarlo con alegría. Allá de mí, a tan solo unos cuantos metros; inmediatamente después que tenga que pasar unos tres o cuatro obstáculos, de tantos años de aguardo que se han esfumado en los pensamientos que se calaron en el alma y que sus escollos seguirán en ella hasta el final de los días, por amorosos o sangrientos, ellos seguirán allí. Allá de mí, está la libertad. Doy un paso nuevo y dejo tras de mi esa gota que me detuvo un mísero paso. Me detuvo a pensar en el inescrutable tiempo que viví en los maderos henchidos de la habitación en la que anduve sentado, esperando este día. Se alejan de mí los sonidos de despedida y me dirijo al primer hombre que ven mis ojos: un policía de vigilancia.
El hombre no dice nada, pero percibo que le debe extrañar que no me sienta feliz.
Yo me detengo y miro hacia atrás. No pierdo de vista algunas manos que se me despiden. Deben de ser de Jeremías y los compañeros de mi ex sección. Presidiarios con los tormentos similares. No les respondo y pienso en que un día aprendí a no mostrar lo que mis sentimientos sienten y desde entonces no puedo ser como ellos quisieran que fuese. No es mi intención contradecir su naturaleza ni su realidad, son ellos quienes han tratado de sofocar a mi ser. Alguien del otro extremo, a donde yo me dirijo me hace gestos y suelta un par de insultos. Trata de decirme que me apresure y yo vuelvo a caminar sintiéndome el hombre más alegre del mundo, mientras todos creen que a mí todo me da lo mismo.
El primer día que estuve aquí no fue algo que yo no haya vivido antes. A veces, afuera me sentía peor que aquí. Mi vida siempre estuvo marcada por las prisiones. Pero esta es la primera prisión que tuvo paredes de concreto.
Me hacen firmar algunos papeles y me advierten que siga al pie de la letra las indicaciones que me dan. Dice uno de ellos que tengo que firmar todos los meses en el juzgado y que por mucho tiempo estoy impedido de salir de la ciudad. Me entregan una sumilla y me piden que la revise. Yo les respondo:
—Esto ya lo sé. Lo que no sé es cuándo se termina la cárcel y su sombra.
Se graba un silencio y luego explota un manojo de risas.
He leído casi toda mi vida. Conozco mucho sobre diversos temas. Antes de entrar a prisión pensé ser un discípulo de Jorsh Kinse. Él era un escritor sin fama, que escribía para él y no para el mundo estúpido. No sé que será de ese hombre...
Ellos se han burlado de mis palabras. Me dan unos abrazos de disgusto, me despeinan para disimular su ignorancia y me dicen que no hubo antes en prisión un interno que sea tan soberbio como yo y que me extrañarán porque ya no habrá nadie quien les joda.Aun cuando soy capaz de mostrar una dureza soy incapaz de saber el porqué. Cuando pienso en ello suelo someterme a mi propio análisis para tener una idea de cuándo cambié. Quizás fue desde el momento en que mis ilusiones de ser un gran hombre se esfumaran como se evapora una fragancia que no es natural. Hoy es un gran momento de escucharme. Voy a romper un límite que me puse cuando ingresé aquí sin haber querido, hoy me retiro de aquí y tampoco lo deseo.Me han abierto la última de las puertas y observo un cúmulo de desmonte que supongo debe de estar mucho tiempo porque hasta le han crecido hierbas por todos los lados y en otra parte reposa un hormiguero todavía en construcción. Mientras he mirado mi alrededor escuché que las puertas se cerraron y sentí un temor que me hizo saltar los nervios y el corazón. No tengo lugar seguro afuera. Mientras estuve aquí falleció la pequeña familia que tuve siempre. No sé si físicamente habrán muerto, el hecho es que para mí ya no existen. Aunque en realidad yo ya no existo para ellos. Sé que los amigos ya no deben de ser los mismos y creo que no podré recurrir a ellos, por lo menos hoy no. Me queda un lugar por preguntarme si todavía existirá, si estará disponible para mí. Suspiro al pensar que no la he olvidado y me digo con rabia, date cuenta que ya han pasado varios años y ella nunca se apareció por aquí. Ella te olvidó hace mucho.
Al ambiente lo siento fresco, puedo percibir la mezcla de fragancias que divagan por este aire que no sé bien como lo percibía antes. Pienso nuevamente en ella y guardo una esperanza de volver a encontrarla y poder decirle que aunque estuve sin verla tanto tiempo, la deseo y quizás hasta la siga queriendo como cuando fuimos novios.
Entre las cosas que cargo tengo unos cuadernos en donde he descrito todo el dolor que he sufrido, todos mis deseos de poder salir a verla. Son cuentos paganos, jamás serán escritos propiamente, muchos de ellos sólo tratan de aquella mujer que me abandonó cuando más la necesité.
De modo que no me veo con una opción más reprochable para mi vida que la de hacer lo que debí hacer hace tiempo. Tirar lo que escribí a la basura.
Camino unos pasos. Ya empiezo a extrañar esa fría prisión.

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