Nov 23, 2012

Decálogo para el cuentista

Julio Ramón Ribeyro


(Tomado del prólogo de La palabra del mudo)





1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.



2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real.



3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.



4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento.



5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.



6. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.



7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.



8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.



9. En el cuento no deben haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.



10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.



Nov 5, 2012

AMSTERDAM, de JACQUES BREL





Por, JACQUES BREL (Schaeerbeek, Bélgica 1929 – París 1978)


En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que canta
Sobre los sueños que él trae
Del gran mar abierto.
En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que duerme
Como banderas caídas
A lo largo de las orillas monótonas.

En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que muere
Lleno de cerveza y de dramas
A plena luz del día:
Pero en el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que nace
Bajo la espesa bruma
De los lánguidos océanos.

En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que come
Sobre una tela demasiado blanca
Sólo cabezas y colas de pescado,
Y enseñan los dientes
Que han mordido la fortuna
Que pueden tragarse la luna
Que engullen las velas,
Y hay olor a puta
Hasta en las mismas papas fritas,
Y con sus manazas llama al cocinero
Y pide más y más
Y se levantan riendo
Al estruendo de la tormenta.
Entonces se suben la bragueta
Y salen a la calle, eructando.

En el puerto de Amsterdam
Hay marineros que bailan
Y que se frotan la panza
Contra la panza de las mujeres
Y bailan, y bailan
Como un par de soles esculpidos
Al son del chirrido
De un acordeón viejo
Y voltean entre ellos para mirarse
Y poder escucharse reir mejor
Hasta que así, de pronto,
El acordeón se muere.
Entonces, con el gesto serio en su cara
Y con la mirada de orgullo en sus ojos,
Se montan sobre su puta
Y salen a plantarse en plena luz del día

En el puerto de Amsterdam
Hay marineros que beben
Que beben y rebeben
Y vuelven a beber una vez más
Y ellos beben a la salud
De las putas de Amsterdam,
De Hamburgo o de donde sea.
Ellos beben a la salud de las mujeres
Que entregan su bello cuerpo
Que entregan su virtud
Por una moneda de oro
Y cuando ya estén satisfechos
Salen con la nariz en alto,
Se suenan los mocos en las estrellas
Y beben como lloran
Por el amor de esa mujer infiel

En el puerto de Amsterdam…
En el puerto de Amsterdam…

[1964]