Jan 7, 2010

Colores Extraños

Vengo de caminar un poco. Exactamente una vuelta por la Plaza de Armas de mi ciudad, más un par de cuadras rectas que se pierden contra las puertas de una antigua iglesia de aspecto temerario y hostil. Jamás me había fijado en que era de color beige, es más, no estoy seguro si antes allí había una iglesia. El sol le da tan directamente en una de sus esquinas redondas, que produce una serie de colores y sombras que me parecen completamente extrañas e inútiles. Me hubiera gustado traer una cámara fotográfica.

Justo cuando estaba concentrado, privado en los colores extraños, sentí una palmada en el hombro derecho. Era un amigo lejano, uno que conocí en la universidad.

-Muy concentrado, muchacho- me dijo, asustándome con su sonrisa de reencuentro.

-Hola, qué tal- atiné a decir sin ninguna idea de lo que estaba pasando.

-¿A dónde miras,?- me preguntó con bastante cinismo. No tuve alternativa y le contesté.

-Allá, en la esquina de esa cruz, ¿ves?, se levantan varios colores en sus reflejos, no sé si te darás cuenta.

-¿Dónde?

- Arriba, sobre la cúpula de la iglesia.

-¿Cuál iglesia?

-La que está al frente de nosotros, ¿acaso no la ves?- le dije, un tanto molesto, incómodo por su presencia.

Se volvió a verme, me miró con una extraña soledad, como quién dice ¿estás bien, qué te sucede?

Pero me dijo otra cosa:

-Amigo, frente a nosotros no hay ninguna iglesia, no hay nada de cruces ni de reflejos ni colores.

Más que nada, lo noté asustado. Pero la verdad a mí no me importó en lo más absoluto su comentario. ¿Cómo no va a haber iglesia, cómo no va a darse cuenta de esos raros reflejos en beige? Qué tontería.

Vi como él se iba caminando sin voltear rumbo a la iglesia que estaba frente de mí. Lo vi desaparecerse en sus sombras de atardecer. Me alegra que se haya ido. Todo es mejor sin una persona que opine de lo que uno piense con sinceridad.


Entonces regresé por las mismas calles hasta mi hotel, en donde un par de viejas locas me intentaron sorprender diciéndome.

-Señor, usted no tiene ninguna habitación registrada en nuestro hotel.

Todo esto es realmente increíble. Salí rabiando, completamente pasmado por todas estas cosas que me estaban pasando en menos de una hora. Sólo pensaba en mis cosas en la habitación, en mis pasajes de retorno, en mi ropa comprada en Madrid y en los colores extraños que la iglesia de mi ciudad emanaba gratuitamente a vista y desconsideración de todos.