Mar 22, 2012

Johann Peter Hebel. Reencuentro inesperado

Unverhofftes Wiedersehen ("Reencuentro inesperado") es uno de los cuentos más conocidos del escritor alemán Johann Peter Hebel. Este cuento apareció por primera vez en 1811 en el calendario Rheinischer Hausfreund. Se ha realizado varias interpretaciones en torno a su corto contenido. Se dice que cada palabra de los registros históricos fue elegida con cuidado. La actitud escéptica del autor sobre los acontecimientos recientes pudo haber hecho que el lector de aquel entonces asociara la lista no con la derrota de Prusia sino con el bombardeo de Copenhague, lo que representó un revés para Napoleón (Helmuth Mojem 1992, 181-200). Espero que lo disfruten.



Reencuentro inesperado

En Falun, Suecia, hace ya sus buenos cincuenta años y quizá más, un joven minero le dio un beso a su joven y hermosa novia diciéndole así: "En el día de Santa Lucía, nuestro amor será bendecido por la mano del sacerdote. Entonces seremos marido y mujer y construiremos nuestro nido nupcial". Y le dijo la novia hermosa con una dulce sonrisa: "Y en él habrán de morar la paz y el amor, pues tú eres mi único y mi todo, y sin ti preferiría estar en la tumba y no en otro lugar". Pero cuando, antes del día de Santa Lucía, el sacerdote hubo de preguntar por segunda vez en la iglesia: "¿Alguien sabe de algún impedimento para que estas personas realicen su unión conyugal?", la muerte se presentó. Pues cuando el joven pasó, a la siguiente mañana, con su negro traje de minero ante la casa de su amada —y el minero lleva siempre su vestimenta mortuoria—, tocó en verdad una vez más a su ventana y le dijo: "Buenos días", pero sin decirle ya más: "Buenas noches". Él nunca volvió de la mina y ella bordó inútilmente esa misma mañana su negra bufanda de cenefas rojas; y como nunca más volviese, ella guardó la prenda y lloró por él sin jamás olvidarlo. Por ese tiempo la ciudad de Lisboa, en Portugal, fue destruida por un terremoto, y pasó la guerra de Siete Años, y el emperador Francisco I murió, y la orden de los jesuitas fue suprimida, y Polonia fue repartida, y la emperatriz Maria Teresa murió y Struensee fue ajusticiado,

América se liberó, y los poderes unidos de Francia y España no pudieron conquistar Gibraltar. Los turcos enclaustraron al general Stein en la cueva de los Siete Veteranos, en Hungría, y el emperador José también murió. El rey Gustavo de Suecia conquistó la Finlandia rusa, y la revolución francesa y la larga guerra dieron comienzo, y el emperador Leopoldo II bajó también a su tumba. Napoleón conquistó Prusia, y los ingleses bombardearon Copenhague, y los campesinos sembraban y segaban. El molinero molía, y los herreros forjaban, y los mineros cavaban en busca de filones metalíferos en su taller subterráneo. Pero cuando los mineros de Falún, en el año de 1809, poco antes o después del día de San Juan, quisieron excavar entre dos pozos de mina un boquete, sacaron de entre escombros y agua vitriolada, desde sus buenas trescientas varas bajo el suelo, a un joven envuelto por completo en un bloque de vitriolo, incorrupto e inalterado pese a ello, por lo que aún podían reconocerse plenamente los rasgos de su rostro y su edad, tal como si hubiera muerto una hora antes o se hubiese quedado dormido durante el trabajo. Pero cuando hubo de ser puesto a la luz del dia, su padre y su madre, sus amigos y sus conocidos habían muerto hacía ya largo tiempo, y ningún individuo quiso conocer al joven durmiente o saber algo acerca de su desgracia hasta que acudió la antigua enamorada del minero que un día bajó a los túneles y nunca más regresó. Canosa y arrugada, fue al lugar ayudada de una muleta y reconoció a su novio; y más con jubiloso entusiasmo que con dolor, se inclinó ante el amado cuerpo y en seguida de que se hubo repuesto de una prolongada y vehemente conmoción, dijo por último: "Es mi amado por el cual he Ilorado por largos cincuenta años y que Dios me ha permitido ver de nuevo antes de mi muerte. Ocho dias antes del dia de la boda, se fue a la mina sin volver nunca más". Entonces los sentimientos de todos los presentes fueron conmovidos hasta la tristeza y las lágrimas al ver a la anciana novia convertida entonces en la imagen de una anciana sin fuerzas y al novio todavía en su juvenil hermosura, y cómo resucitaba una vez más en su pecho, después de cincuenta años, la llama de su amor juvenil; pero él nunca abrió la boca para sonreír ni los ojos para reconocer; y ella, finalmente, pidió a los mineros que lo llevaran a su cuartito, hasta que fuese cavada su sepultura en el cementerio monacal, por ser ella la única a quien le pertenecía y tener derecho a él. Al día siguiente, cuando fue cavada la tumba en el cementerio y los mineros fueron a recogerlo, ella abrió un cofrecillo y le envolvió el cuello con la bufanda negra ribeteada de rojo y lo acompañó con sus ropas de domingo como si fuese el día de su boda y no el de su entierro. Entonces, cuando fue puesto en la tumba del cementerio, ella dijo: "Duerme bien ahora, un día o diez, en tu frío lecho nupcial; el tiempo no te será largo. Yo ya tengo poco que hacer y pronto vendré, y pronto será nuevamente de día", le dijo al marcharse y volver a mirarlo una vez más.

Mar 20, 2012

La última visita del caballero enfermo. Giovanni Papini

Les dejo con un extracto del cuento de Papini. Es fenomenal. Si desean leer el texto completo, pueden descargarlo AQUÍ


La última visita del caballero enfermo. Giovanni Papini

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Ser el actor de un sueño no es lo que más me atormenta. Hay poetas que han dicho que la vida de los hombres es la sombra de un sueño y hay filósofos que han sugerido que la realidad es una alucinación. En cambio, yo estoy preocupado por otra idea. ¿Quién es el que sueña? ¿Quién es ese uno, ese desconocido ser que me ha hecho surgir de repente y que al despertarse me borrará? ¡Cuántas veces pienso en ese dueño mío que duerme, en ese creador mío! Sus sueños deben de ser tan vivos y tan profundos que pueden proyectar sus imágenes hasta hacerlas aparecer como cosas reales. Tal vez el mundo entero no es más que el producto de un entrecruzarse de sueños de seres semejantes a él. Pero no quiero generalizar. Me basta la tremenda seguridad de ser yo la imaginaria criatura de un vasto soñador.


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