Oct 9, 2006

El delirio de Laura Restrepo

Tupida de emociones, entre el estado dramático y la sorna que produce la propia decadencia; a veces inocua, entre lo que puede parecer irreal pero que es improbable demostrar que lo es; un cúmulo de historias de personajes con personalidades jodidas, empezando, claro, por una de las más jodidas, como Agustina Londoño, Laura Restrepo, ganadora del Premio Alfaguara 2004, nos presenta su novela: Delirio, una novela que, trasladada a nuestra realidad nos puede ayudar a reconocer ciertos complejos y prejuicios ocultos entre nuestras miradas de caridad.

No estamos hablando de un trabajo de superación personal porque tales no sirven sino para saberse torpes en el sentido emotivo. Estamos hablando de una novela que tiene contenido, estilo y sobre todo que es realmente una obra literaria. Aunque existan trabajos de mejor calidad, la obra en comento no se puede despreciar con facilidad. Este escrito no cuenta con separación en título alguno, es como si se tratase de un inmenso capítulo, antes bien, su originalidad radica en que cada párrafo toma la forma de un capítulo diferente, discontinuo, que a veces se alarga por más de doscientas líneas sin un punto a parte. Los diálogos son de estría seguida, separadas apenas por simples comas que realizan un doble papel: que uno siempre esté atento para descubrir quién dijo qué y para lograr una versatilidad en las expresiones de una conversación:

«… Hombre, Misterio, qué te trae por acá, le fue diciendo el Midas mientras entraba en su auto, pero me dio mala espina, Agustina bonita, te juro que me metí a ese Mazda como quien baja al cadalso y que si lo hice fue sólo por evitar el encontronazo entre esa rata canequera que es Misterio y esas ratas de salón que son mis amigos bogotanos, Soltá pues la noticia, hombre Misterio, Nada, que le traigo una razón del Patrón, Y Cuál será, Pide don Pablo que usted le consiga doscientos millones en rama para pasado mañana, ¿Doscientos millones?, Ya me oyó, doscientos, que se los devuelve dentro de quince días al cinco por uno,… »

No está mal, aunque se note la influencia de José Saramago en su estilo, especialmente a la hora de armar diálogos, Restrepo ha logrado comunicar un mensaje en la que una mujer llamada Agustina. Hija de una familia pudiente de Colombia que de la noche a la mañana enloquece. Le toca a su marido descubrir el motivo por el cual su esposa ha caído en ese trance. De modo que en la búsqueda de las razones para encontrar el umbral de la locura de su mujer. Aguilar que es el personaje, digamos, principal, se entera de acontecimientos y actos inverosímiles que le han sucedido a la familia de su mujer, desde que, Eugenia, la madre de Agustina vivía con sus padres, hasta el modo cómo la loquita Agustina resultó en un Hotel de Bogotá, donde no tenía nada que hacer. La novela no sólo cuenta la historia de la locura de Agustina, sino de otros locos más, como doña Eugenia, prejuiciosa e hipócrita a más ya no poder; el loco e infiel de su marido que prácticamente frustra la vida de su hijo Vicente (Bichi) y lo convierte —gracias a su peculiar apoyo— en homosexual; aunque en realidad, frustra a toda la familia cuando el Bichi lo descubre ante todos y desgracia a la familia estigmatizándola. En ese tiempo Agustina era Agustinita, aunque no muy niña, y había absorbido todos estos detalles para que cuando vieja y casada con Aguilar le sobrevenga la locura. Además, en este trabajo se refleja, también, la idiosincrasia colombiana de los años noventa, cuando el temor y la insolencia tenían nombre propio: Pablo Escobar. Impulso por el cual creemos que a la vez que vayan culminando de leer este manual de cómo no ser, también lograrán darse cuenta de lo complicada que resulta la vida cuando no se le dicta parámetros para su desarrollo desde temprana edad.

En fin, recomiendo leer y reflexionar sobre lo que nuestros actos pueden ocasionar con el avance del tiempo. No todo lo que nosotros realizamos puede ser motivo de admiración, más cuando tales cosas las realizamos con el afán de ganarnos un aplauso ajeno de los que nos rodean (¿o merodean?). Porque no hemos nacido para ser simples payasos ni bufones baratos o costosos, que nos puede costar una locura, si es que no nuestra, de las personas que más amamos. Y naturalmente, que pensar en prejuicios e hipocresías es pensar en nuestra realidad local, como un Centro Histriónico y Gutural de las Américas. ¿Qué les parece? Léanla.

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