May 29, 2007

Hesse: De Catecismos, fascismos, comunismos y otros...



El siguiente es un fragmento de una carta escrita por el Premio Nobel de literatura de 1946, Hermann Hesse (Alemania 1877 - 1962) que lo encontré en un documento titulado “Hermann Hesse, escritos sobre Literatura”, traducido por Genoveva y Anton Dieterich.
Fragmentos de cartas
Todas mis obras han surgido sin intenciones, sin tendencias. Pero si busco a posteriori en ellas una idea común, la encuentro evidentemente: desde «Camenzind» hasta «Der Steppenwolf» («El lobo estepario») y «Josef Knecht» pueden interpretarse todas como una defensa (a ratos también como un grito de socorro) de la persona, del individuo. El ser humano singular, único con sus herencias y posibilidades, sus cualidades e inclinaciones, es un ser frágil y delicado, que puede necesitar un defensor. Y del mismo modo que todas las grandes fuerzas están en contra suya —el Estado, la escuela, las Iglesias, las colectividades de todo tipo, los patriotas, los ortodoxos y católicos de todos los campos, sin olvidar los comunistas o fascistas—, yo, y mis libros, hemos tenido siempre a todas estas fuerzas en contra y hemos sufrido sus métodos de lucha, los correctos y los brutales y ruines. He podido constatar mil veces lo amenazado, indefenso y perseguido que está en el mundo el individuo, el independiente, y la necesidad que tiene de protección, aliento y amor. Pero al mismo tiempo he comprendido, a través de mis experiencias, que en todos los campos y en todas las comunidades, desde las cristianas hasta las comunistas y fascistas, existen muchos que a pesar de las ventajas y comodidades, no se conforman con integrarse y sufren bajo la ortodoxia. Y así, se enfrentan al rechazo y a los ataques masivos de las colectividades miles de preguntas y confesiones más o menos desconcertadas de individuos a los que mis libros (y naturalmente no sólo los míos) dan algo de calor, alivio y consuelo. Pero los individuos no siempre se sienten fortalecidos y animados, sino a menudo seducidos y confundidos, porque están acostumbrados al lenguaje de las Iglesias y losEstados, al lenguaje de las ortodoxias, de los catecismos, de los programas, a un lenguaje que no conoce la duda y que no espera ni tolera otra respuesta que la de la fe y la obediencia. Hay entre mis lectores muchos jóvenes que tras un breve entusiasmo por «Demian», por «Steppenwolf» o «Goldmund», desean volver a su catecismo o a su Marx, Lenin o Hitler. Y luego están aquellos que tras leer esos mismos libros creen que deben sustraerse a todas las afinidades y ataduras, y al hacerlo se apoyan en mí. Pero confío que habrá también otros muchos que asimilarán de nuestras obras lo que les permita su naturaleza, que aceptarán a un autor como yo, como a un defensor del individuo, del alma y de la conciencia, sin someterse a él como a un catecismo, una ortodoxia, una orden de marcha, y sin tirar por la borda los altos valores de la comunidad y de la convivencia. Porque esos lectores comprenden que no me interesa ni romper los órdenes y los lazos, sin los que es imposible una convivencia humana, ni la exaltación del individuo, sino una vida, en la que reinen amor, belleza y orden, una convivencia en la que el hombre no se convierta en un animal de rebaño, sino que pueda conservar la dignidad, la belleza y tragedia del carácter único de su vida. No dudo de que a veces me he equivocado y he cometido errores, que a veces he sido demasiado apasionado y habré desconcertado y puesto en peligro con mis palabras a algún lector joven. Pero si Usted contempla las fuerzas que en el mundo actual se oponen a que el individuo evolucione hacia la personalidad, hacia el ser total, si contempla al ser humano carente de fantasía, poco sensible, totalmente adaptado, obediente, integrado, que es el ideal de las grandes colectividades y sobre todo del Estado, no le resultará difícil tener comprensión y tolerancia con los ademanes combativos del pequeño Don Quijote contra los molinos de viento. La lucha parece inútil y absurda. A muchos hace reír. Y sin embargo, hay que luchar, y Don Quijote no tiene menos razón que los molinos de viento.(Carta, 1954).

2 comments:

Anonymous said...

octAvio pAz
unAmuno
hermAn hesse

graciAs

...y AgregAdo

Anonymous said...

No imaginas cuanto acabas de aportarme haciéndome conocer a Hesse a través de este fragmento de carta que has colgado. Muy, pero que muy interesante. Como es habitual, mi agradecimiento por tus aportes... saludos literarios.

www.myblog.es/narbona