Al pie de una doncella me encuentro, tatuado entre las espaldas y rarezas de algunos animales de mil cabezas que rondan las imaginaciones más mundanas, con alegría, con ese jolgorio envidiable,
por ahí me encuentro quemándome los ojos y la conciencia...
Ante un público selecto de trivialidades, cuyos ánimos inflables y estólidos me abruman las pocas posibilidades, me secuestran ni bien me acerco a pensarte...
Quiero imaginarte por lo menos y hasta eso me lo niegan. Y me niegan pedirte un trozo de tu cuerpo empaquetado de coral. Y me tuercen los huesos y las llaves.
Me calzan de pudor, de pericia, de vanidad... ¡qué queda para avanzar!
Aún, con todo, sigo el rastro vano y fiel, de pensar en todas partes de tu humanidad...
Quiero al menos tocarte, pero por debajo de la felicidad. Y antes de que mueras... quiero al menos privarte de alguna que otra soledad... no más, nada más.
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