Feb 13, 2015

camino mar

Hagamos ese castillo de arena con banderas y torres y chimeneas que de niños veíamos en la vieja Panasonic que todavía sigue molestando el paso en la antigua casa. El sol a la vera de las sombrillas. Tú con tus lentes oscuros y con una red en tu cabello. Con bebidas en una nevera portátil. Yo sin cuidado estoy bajo el sol. Libre, irremisiblemente libre, como cuando un niño sin padres corría queriendo atrapar en mis brazos al peligro. Y la música retumba desde la parte lateral de las playas. Unos muchachos habrán, seguramente, organizado alguna fiesta de carnes. Tú y yo sin embargo no nos ofendemos y reímos. Hace minutos inclusive bailamos. Pero rápidamente perdemos el ritmo. Somos jóvenes por siempre, pero hemos perdido el ritmo de tantas adversidades. A pesar de ello siempre sigo luchando por alcanzar el sol y sueño con volver a ver a Dios. Esta vez no se librará de algunos reclamos que tengo por ahí apuntados. El ritmo del baile. No somos los únicos, es cierto. Pero desde donde estamos el mar es delicioso para nadar al infinito. Como para ir de vacaciones forzadas y no volver a la realidad. Algún hablábamos de viajar, de conocer todos los continentes, de embarcar y desembarcar en cada problema. Así descubriríamos según nuestra teoría el secreto del amor, la fórmula para estar juntos a pesar del cáncer, la avaricia y la muerte.
He acariciado tu fuerza. He seguido por la arena hasta hundir mi vida en las olas y he sido seducido poco a poco. Te veo desde el mar y contemplo tu sonrisa. Bronceada, desde la orilla me siguen tus gestos con ternura. Guardas una curiosidad porque no sabes hasta donde podré nadar sin necesitarte. Iré y en unos metros requeriré de alguna palabra de comprensión, sobre todo porque no podría estar caminado todo el día por el mar si no te amara.
Este castillo es como un hogar tan complicado. Hemos logrado colocar algunos restos de animales marinos para hacerlo resistente. Seguro que volvemos a nacer y lo seguimos avanzando. Tiene puertas y ventanas de caridad. Tiene afecto impregnado en estas manos que han ideado una imagen de felicidad. Y luego el atardecer...
Mi decepción no ha sido la que esperaba. Sabíamos que llegada la noche hay que descansar. Y yo quería seguir armando todos los castillos de la playa. Por momentos me inquietaba saber si estabas de acuerdo pero siempre he asumido que así era, porque siempre que me ha faltado alguna pieza, estaban tus manos solícitas ante mis requerimientos. Por eso no quería que llegue la noche. Pero a la vez era imposible que no quisiera. Sólo que es natural que amanezca y anochezca, que luego de tanto sol sobrevenga un tenso frío. Ahora lo importante es obtener el mayor provecho posible de esta situación. No nos marcharemos. No guardaremos nuestras herramientas, menos nuestra sombrilla. No abandonaremos nuestras pretensiones, ni huiremos cada quien por su causa. Nos quedaremos, con tu manifiesto consentimiento, aquí, esperando otro mar y en el esplendor del amanecer un nuevo camino que nadar.

Aug 28, 2014

EL MAYOR TORMENTO



"Los demonios me contaron que hay un infierno para los sentimentales y pedantes. Allí los abandonan en un interminable palacio, más vacio que lleno, y sin ventanas. Los condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el mayor tormento consiste en no participar en la visión de Dios, que el dolor moral es más vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde nadie los sacará nunca."


El falso Swedenborg, Ensueños (1873). 

Aug 7, 2014

El Árbol, por Sławomir Mrożek

El Árbol, por Sławomir Mrożek



Vivo en una casa no lejos de la carretera. Junto a esa carretera, a la entrada de la curva, crece un árbol. 

Cuando yo era niño, la carretera era aún un camino de tierra. Es decir, polvorienta en verano, fangosa en primavera y en otoño, y en invierno cubierta de nieve igual que los campos. Ahora es de asfalto en todas las estaciones del año. 

Cuando yo era joven, por el camino pasaban carros de campesinos arrastrados por bueyes, y sólo entre la salida y la puesta de sol. Los conocía todos, porque eran de por aquí. Eran más raros los carros de caballos. 

Ahora los coches corren por la carretera de día y de noche. No conozco ninguno, aparecen de no se sabe dónde y desaparecen hacia no se sabe dónde. Sólo el árbol ha quedado igual, verde desde la primavera hasta el otoño. Crece en mi parcela. Recibí un escrito de la Autoridad. "Existe el peligro --decía el escrito-- de que un coche pueda chocar contra el árbol, ya que el árbol crece en la curva. Por lo tanto, hay que talarlo"

Me quedé preocupado. Llevaban razón. Efectivamente, el árbol está junto a la curva, y cada vez hay más coches que cada vez corren más rápido y sin prudencia. En cualquier momento puede chocar alguno contra el árbol. Así que tomé una escopeta de dos cañones, me senté bajo el árbol y, al ver acercarse al primero, disparé. 

Pero no acerté. Por eso me arrestaron y me llevaron a juicio. Traté de explicar al tribunal que había fallado únicamente porque mi vista ya no es buena, pero que si me dieran unas gafas seguro que acertaba. No sirvió de nada. No hay justicia. Es verdad que un coche puede chocar contra el árbol y dañarlo. Pero sólo con que me dieran unas gafas y algo de munición, me quedaría sentado vigilando.¿A qué tanta prisa por talar un árbol si hay otros métodos que pueden protegerlo de un accidente? Y no les costaría nada, aparte de la munición. 



¿Acaso es un gasto excesivo? 


Sławomir Mrożek
Fuente: Wikipedia
Sławomir Mrożek (Borzęcin, 29 de junio de 1930 – Niza, 15 de agosto de 2013) fue un escritor, dibujante, periodista y dramaturgo polaco que exploraba en sus obras el comportamiento humano, la alienación y el abuso de poder de los sistemas totalitarios. Como dibujante de cómics, alcanzaría también gran popularidad.

Jan 4, 2014

Seguidores

Los seguidores han entrado por el portal abierto de la vieja estancia.
La dueña ha mencionado que ya no vive nadie en ese lugar, ni siquiera ella.
Pero quedan todavia empecinados en continuar en este mundo los seguidores.
Al fondo puede apreciarse el mar.
Desde esas aguas emergieron los seguidores, saludando, luego fue cuando cambiaron su forma de sentir.
La dueña los recuerda amables, inclusive recuerda haberlos visto sonreír, mostrar sus dientes en una sonrisa sincera.
Luego solamente mostraron sus dientes para morder la carne humana, para alimentarse de sus benefactores.
Así cambiaron los seguidores.
Se revelaron una noche, ante una conspicua luz del cielo.
Después, los únicos rebeldes que tuvo la vieja estancia fueron los seguidores.

Dec 30, 2013

LA ESQUINA DE TRES PUERTAS




Por: Jorge Luis Huamán Sánchez
 Cuento extraído de mi libro de cuentos "Secretos de cavernófilos"

Se habló mucho de la popular y perturbable esquina de tres puertas, más incluso, que el tiempo crudo que la padeció, viéndola nacer, crecer y morir, como si se hubiese tratado de un animal salvaje. En algún momento, si los hombres suelen pensar como si no fuesen humanos —es decir, peor—, sería posible creer que las cosas empezaran a pensar como si no fueran tales. No es que esa esquina haya pensado, sino más bien tuvo que ver con la vida meditabunda de algunas personas que conocí.

Corre el tiempo y a mayor prisa la muerte, hijo. Por eso es bien sabido que el tiempo nunca nació: la muerte se le adelantó y en conclusión todo es muerte. Tanto los seres animados como los inanimados y también los inexistentes nunca nacen, todo es un espejismo. Mueren, pero a diferencia de la ridícula manera de vivir de los hombres, los objetos y las cosas que figurativamente no tienen vida, tampoco tienen la desgracia de ser sometidos a rituales propios de los seres humanos que hacen pender de un hilo al recuerdo y la nostalgia de la hipocresía.

Muchas veces, gracias a la memoria, es que los objetos, las personas, los vivos y los muertos, pueden seguir viviendo, otros también pueden seguir muriendo. Yo no encuentro mucha diferencia entre un ser vivo y un ser muerto, salvo porque los muertos, en ocasiones, no te hacen saber sus resentimientos y las porquerías que guardaban en su corazón. La memoria de los humanos es frágil sólo para las cosas que le hacen mejor, siempre olvida lo bueno, siempre se atormenta con su propia culpa. En fin, no nos salgamos del tema.

La esquina de tres puertas era la casa de doña Luzmila, la viejecita que se vanagloriaba  por ser una brujita de pacotilla infalible por haber adivinado fallecimientos confusos. Era un lugar de todos, tal vez sin dueño legítimo, así por lo menos pareció que doña Luzmila lo quiso: una casa sin dueño, pero con un guardián soberano que era ella, sin lugar a dudas. El hogar de varios ebrios habituales, de putas sin gloria, de animales sin dueño y de maridos atormentados por los cuernos y las amantes. Sin querer y por causas que aún son inexplicables para los vecinos, era el lugar más querido por quienes padecían dolores internos, decepciones, tristezas, frustraciones y triunfos irrisorios. Su seno cobijó al brasileño Marco dos Santos casi todo el tiempo que estuvo por estas tierras, hasta horas antes que lo asesinaran de un balazo en la columna vertebral. Genaro Linares ―¿Lo recuerdas?―transitó por sus veredas muchas veces antes que mate al padre de su novia, y posteriormente, después que salió de prisión, vino a vivir entre el alcohol y el tabaco por varios meses, hasta que desapareció en la nada, ¿se suicidaría, lo matarían? ¿Qué habrá sido de ese muchacho? Félix, el hijo del ex alcalde, muchos días antes que se suicide se iba a beber a escondidas de su padre y doña Luzmila le daba jarabe para la cólera mezclada con valeriana serrana en lugar de alcohol para que se vaya tranquilo pensando que estaba borracho. Rojas Hinostroza, el extravagante poeta de un único poemario (encima inédito), permaneció hasta el día en que su mujer, cansada de los insultos y las trompadas nocturnas, un día se molestó de tal manera que lo mató a martillazos, pero de él te hablaré al final u otro día, si me alcanza el tiempo, porque es una leyenda aparte. También bebió, se embriagó e incluso se acostó con doña Luzmila el ex alcalde, aunque hace bastante tiempo, cuando Luzmila tenía todavía las carnes duras y provocativas. Con el pretexto de tomarse un cañacito con amigos imaginarios (porque es bien cierto que el ex alcalde nunca tuvo amigos, ni cuando era alcalde), se acostaba con la cantinera hasta las siete de la mañana, sin parar. No sé, la verdad hasta dónde esto sea cierto, pero así va la historia de este lugar. Así como los demás que mencioné, un mediodía el ex alcalde fue asesinado por un drogadicto que aseguraba ser su hijo. Cosas de pueblo chico, desde luego.

Era, por cierto, ahora que lo recuerdo, esa diagonal esquina, el paradero de las góndolas terrestres, microbuses viejísimos, donados por el gobierno de Alemania antes de la segunda guerra mundial, marrones amarillentos, colmados de un óxido que poco a poco se había apoderado como una plaga medieval no sólo de los vetustos disparates andantes sino también de casi todo el pueblo. Olvidados, y tal vez ya considerados fantasmas. Desde las cinco de la mañana la gente salía de su casa y se iban al mercado. Los comerciantes a vender, los demás a comprar para el día. Y allí, en la esquina era un paradero común por donde pasaban las góndolas que se iban a todos los rincones del pueblo. Eso hacía que nunca faltase la bulla y los gritos y tropeles de gente de un lado para otro, barullos que han quedado impregnados en el viento… En definitiva, se trataba de un lugar común. Todos la cruzaban. Pese a su olor fétido, producido por los orines de los borrachos que no alcanzaban llegar hasta el arbusto sembrado en la plazoleta de enfrente, la gente se había acostumbrado a transitar, detenerse, contemplar alcohólicos tendidos como difuntos de guerra, saludar a doña Luzmila atendiendo como mártir a personas que ni eran sus parientes cuando éstos, completamente sinvergüenzas se encontraban en otro mundo. Así era la esquina de tres puertas.

En realidad era una sola puerta. Un portón gigante de eucalipto con umbrales de metal, dividido en tres partes, cada una de ellas tenía una puerta, todas ellas talladas finamente por los indios que un día bajaron del cerro y no regresaron porque se acostumbraron al bendito aguardiente de doña Luzmila, tal vez también a sus caricias y su sudor. No es que sea mal hablado, pero ella tenía una forma distinta de pagar los buenos favores. Tú me entiendes. Pero eso sí, quedaba justo en una esquina, lo que producía que la arista tenga la obligación de ser diagonal para poder soportarla. Eso ocasionaba que la vereda en ese sector sea más amplia y triangular, lo suficiente como para aguantar a gente esperando la góndola terrestre viejísima,  a los borrachos que no alcanzaron llegar al arbusto hecho letrina y a los borrachos que no alcanzaron llegar del retorno y se durmieron en plena cruzada.

Un día común, la cantina de la esquina de tres puertas no abrió más.

Nadie en realidad sabía lo que podía ocasionar la furtiva muerte de doña Luzmila. Esa muerte que prácticamente convirtió al día común ese en el que se recordaría como cuando una nación, una verdadera nación, recuerda un héroe de guerra.

Con ella murieron también los pasillos robados de otra cultura, los olores nauseabundos, y muchos borrachos también, y lo peor fue que murió también la esquina de tres puertas. Uno cree que se puede ser mejor mientras más tecnología tendría un lugar. Pero en este pueblo, como en otros sitios quizá también suceda, las cosas marchaban al revés. En lugar de la esquina de tres puertas, el nuevo alcalde, mandó construir un mercadillo…

Fue un 23 de febrero.

El caos empezó cuando los municipales no dejaban acercarse al paradero de las góndolas terrestres porque se iba a proceder con el derrumbe de la esquina de tres puertas. Uno a uno, los ciudadanos se iban acercando a ver qué pasaba. Los municipales al ver la aglomeración decidieron rodear la casa con cinta amarilla de peligro para impedir el paso de los peatones. De súbito apareció el alcalde que entre improperios y griteríos ingresó, junto con otras autoridades, al domicilio de la difunta para realizar el inventario de bienes muebles antes del derrumbe. Lo que sacaron de la casa fueron cuatro borrachos que habían estado escondidos desde la muerte de la vieja, bebiendo el poco licor que quedaba, refugiados en un frenesí filial. Sacaron una cocina de kerosene antiquísima. Allí nos preparaba la comida la vieja, balbuceó desde la muchedumbre un hombre. Después se escuchó una palmada y un fugaz sollozo. El alcalde, un poco conmovido, salió al último de los cinco que ingresaron y mandó a los municipales que sacaran todo lo que encuentren y lo repartan entre las personas que más cerca estuvieron a ella.

Jamás apareció algún heredero, nadie reclamó algún derecho sucesorio… la esquina de tres puertas pasó al Estado. Allí quedó todo.

¿Recuerdas que la vez pasada te estuve hablando de una tal Gloria Dila? Sí, bueno, seguramente tú ya no te acuerdas, pero te hablé de una chica que se fue a la capital a estudiar leyes. Que yo recuerde, era una muchacha normal, ni tan bonita ni tan feita pero tenía una memoria impresionante. En esa época yo estaba enamorado de ella, no sé por qué razón ciertamente, pero estaba realmente enamorado. De algún modo, su aparente sencillez, su forma de expresarse y su amor a los necesitados la hacían una mujer especial. Me había dispuesto a conquistarla, a decirle que la tendría a como de lugar, pero ella me negaba su cariño, estaba enamorada de otro hombre. Uno de esos días en que el pueblo andaba en crisis por las reformas hechas por el gobierno y cuando casi se desata otra guerra civil más, ella se fue. Yo como un idiota me fui persiguiéndola, sin saber a dónde iba a parar, sólo quería verla una vez más. Ya sabes, huachaferías de lo que a veces parece ser amor y de ahí no es nada. Pero el hecho es que me fui siguiéndola y logré encontrarla. Pero en el tiempo que sucedió entre buscarla y encontrarla logré conocer a la madre de tu primer hermano, estuve trabajando como esclavo en la panadería de su padre hasta que me escapé, después trabajé como albañil en la construcción del muro de la frontera que mandó a construir el imbécil de Agüero, que nos mantenían con una sola comida diaria y viviendo en situaciones catastróficas. Allí me encontré con otro paisano que me contó las razones por las que Gloria se había ido del pueblo. Como tenía mucha memoria se fue a estudiar leyes a la capital, pero su padrino no ha vuelto a saber de ella. No pasó ni dos meses desde que supe dónde estaba y la encontré en otra ciudad, con otro nombre y con un oficio un poco menos digno que el que aspiraba: era puta. Desilusionado por ese encontrón, decidí no perder mi oportunidad y con mis ahorros la compré. Te pago todo esto, le dije, enseñándole todo el dinero que tenía, pero te vienes a vivir conmigo toda la vida. Ella me contestó que con eso me compras apenas por un cuarto de hora.

Pactamos en una semana. Una prueba de amor.
No lo pensé dos veces. Prefería tenerla por una semana a estar con la espina toda la vida. Así que nos escapamos de su proxeneta y nos fuimos a la selva y allá pasó lo que tenía que pasar. Fue una luna de miel frustrante, entrecortada. Ambos éramos antagónicos y teníamos una vida distinta. Menos mal que sólo aceptó por una semana, me decía a mí mismo. Pero la semana se prolongó por más tiempo, se hicieron dos semanas, luego un mes, después dos meses, después noté que su vientre se le iba hinchando, entonces supe que tenía que quedarme con ella más tiempo del que se había acordado. Mi pensamiento era, por esos días, si es que ella al final tiraría cuenta de los días extra que se estaba quedando conmigo y que me cobraría también por hacerle cargar un bulto en su barriga. Un día le pregunté. Por supuesto que te tengo que cobrar, ni te hagas ilusiones que esto es gratis. Esa fue su respuesta. Pero antes de que nazca el bulto ese, ella desapareció por completo. Se había ido. No sentía tristeza, al contrario, ya no me iban a sangrar con tanto gasto, pero me interesaba saber dónde estaba por si algún día me podía chocar con el bulto nacido o con ella misma.  Terminé el mes de trabajo en la maderera y decidí regresarme a mi pueblo natal y dejarme de aventuras. No sabía qué era de ella, no sabía qué era del bulto ni nada. Cuando iba camino a casa, me quedé un par de meses en un caserío a trabajar en una mina de carbón. Allí fue que al regresar a donde vivía encontré a Gloria, completamente desconocida, mal vestida y con un bulto entre sus brazos. Te dije que te cobraría, me dijo, con una voz pobre pero sensata, y para eso he venido. Yo no sabía qué decirle. Por alguna razón que no podría explicarlo hasta hoy, sentí un profundo placer al verla otra vez, aunque estaba más fea que nunca, tenía ganas de abrazarla pero me contenían dos cosas, una era el bulto que tenía en los brazos y otra que yo estaba lleno de carbón desde los pelos hasta los pies. Y cuánto te debo, le dije yo, sin saber cuál era su intención. Me crías a este muchacho con lo mejor que tengas, me respondió, sin remordimiento alguno. Le recibí al  muchacho en los brazos y traté de decirle algo. Pero Gloria… ella me interrumpió. No vuelvas a llamarme Gloria, ya te lo he dicho tantas veces, que no te cuesta nada llamarme Luzmila. Cuando estaba a punto de perderse entre la distancia y el sonido, escuché por última vez su voz. Procura no decirle nunca que tuvo una madre que le gustaba la vida fácil. Luego, la historia es como tú ya sabes, la cantina, etc., etc. Nosotros, es decir, tu hermano, tú y yo, por otros lugares. 

¿Querías saber quién es tu madre? Pues ahora ya lo sabes.

Feb 10, 2013

Esposa enferma


Les comparto un poema de mi libro "Neolorgasmos contra la mujer planta", aún en postproducción: Esposa enferma. Enjoy!

ESPOSA ENFERMA

Todos tenemos ganas de vivir un buen otoño,
esposa enferma.
A la luz de una victoria, dentro de la marejada,
quisiéramos que la vida nunca se acabara.
Quisiéramos engendrar y engendrar toda la madrugada,
ya hastiados enfrentarnos cuerpo a cuerpo
con las luces de alguna sobria amanecida.

Recuerdo alegre esas noches de tormentos,
duros tormentos,
cuando sana estabas todavía,
y solías cantar: "no me dejes, no me dejes"

Cuántas veces, mi esposa enferma,
Tantas veces aparcamos en la soledad
mordiéndonos las uñas, mirándonos las heridas.
Gastamos nuestra unión paras reprocharnos.

Pero extraño uno que otro orgasmo desquiciado,
cuando me amabas por un par de segunditos bendecidos,
y gritabas: “no me dejes, no me dejes…”
y de ahí te echabas a maldecir que nunca te traigo nada:
ni un poema de amor, ni una baratija del mercado.

Nov 23, 2012

Decálogo para el cuentista

Julio Ramón Ribeyro


(Tomado del prólogo de La palabra del mudo)





1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.



2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real.



3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.



4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento.



5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.



6. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.



7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.



8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.



9. En el cuento no deben haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.



10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.



Nov 5, 2012

AMSTERDAM, de JACQUES BREL





Por, JACQUES BREL (Schaeerbeek, Bélgica 1929 – París 1978)


En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que canta
Sobre los sueños que él trae
Del gran mar abierto.
En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que duerme
Como banderas caídas
A lo largo de las orillas monótonas.

En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que muere
Lleno de cerveza y de dramas
A plena luz del día:
Pero en el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que nace
Bajo la espesa bruma
De los lánguidos océanos.

En el puerto de Amsterdam
Hay un marinero que come
Sobre una tela demasiado blanca
Sólo cabezas y colas de pescado,
Y enseñan los dientes
Que han mordido la fortuna
Que pueden tragarse la luna
Que engullen las velas,
Y hay olor a puta
Hasta en las mismas papas fritas,
Y con sus manazas llama al cocinero
Y pide más y más
Y se levantan riendo
Al estruendo de la tormenta.
Entonces se suben la bragueta
Y salen a la calle, eructando.

En el puerto de Amsterdam
Hay marineros que bailan
Y que se frotan la panza
Contra la panza de las mujeres
Y bailan, y bailan
Como un par de soles esculpidos
Al son del chirrido
De un acordeón viejo
Y voltean entre ellos para mirarse
Y poder escucharse reir mejor
Hasta que así, de pronto,
El acordeón se muere.
Entonces, con el gesto serio en su cara
Y con la mirada de orgullo en sus ojos,
Se montan sobre su puta
Y salen a plantarse en plena luz del día

En el puerto de Amsterdam
Hay marineros que beben
Que beben y rebeben
Y vuelven a beber una vez más
Y ellos beben a la salud
De las putas de Amsterdam,
De Hamburgo o de donde sea.
Ellos beben a la salud de las mujeres
Que entregan su bello cuerpo
Que entregan su virtud
Por una moneda de oro
Y cuando ya estén satisfechos
Salen con la nariz en alto,
Se suenan los mocos en las estrellas
Y beben como lloran
Por el amor de esa mujer infiel

En el puerto de Amsterdam…
En el puerto de Amsterdam…

[1964]

Oct 27, 2012

Si prestases atención a los detalles



Si prestases atención a los detalles
podrías apreciar en el espejo,
que detrás de esa sonrisa diáfana,
existe una cicatriz en rojo vivo
que no te permite formular
un gesto pleno de alegría.

Si mirases directamente a tus pómulos,
apreciarías sin cesar
un sufrimiento por la muerte
por una vida que se fue
que algún momento quizá
haya sido algo tuya.

Pero no te miras en el espejo
Sólo ves un espécimen roto
Una figura creada por otros
Un clon disfrazado de beldades.

Eres y nunca fuiste
Aquella persona que quisiste
Sólo no te escuchas,
Sólo no te buscas.

Y a pesar de todo,
Ni siquiera te gustas
¿Y te preguntas por qué no eres feliz?
Y sabes que no comprendes tu pregunta
Porque teniéndolo todo, jamás tuviste nada.

Y algún momento mirarás
Que en el espejo no hay más que un reflejo
Y sabrás que buscando respuestas lejos de ti
Sólo encuentras más preguntas
Para no quererte más.

Todo sería distinto si hoy
Prestases atención a los detalles.

Oct 21, 2012

Aldeana Zombie

Soñé que estabas aquí, conmigo, entre mis sábanas, pero desperté y me encontré solo, en un silencio eterno. 
He tomado una taza de café con leche y bizcocho con mantequilla, recordándote. He sentido algo de ternura. Hoy iré a misa y te llevaré flores. 
Sé que me amas y sigues muerta. Pero, acaso, ¿no todos ya lo estamos? Aquí jamás sabremos si somos vivos o muertos. Ni sabemos si esto es real.